La próstata es una glándula que forma parte del aparato reproductor del perro cuya función únicamente es la producción de líquido que formará parte del semen. Ésta se localiza en la zona pélvica, siendo atravesada por la uretra (conducto que transporta la orina) y bajo el cólon. La próstata funciona bajo la “orden” de la testosterona producida por los testículos, y va creciendo en tamaño conforme avanza la edad del animal, siendo mínima en animales esterilizados. 

La principal enfermedad prostática, al igual que el hombre, es la hiperplasia benigna de próstata (HBP) ya que afecta a 8 de cada 10 perros enteros de más de 5 años de edad, si bien su incidencia y los signos clínicos que producen aumentan con ésta. Se trata de un aumento del tamaño de la próstata y de un cambio en los tejidos que la predisponen a la formación de quistes en su interior. Este incremento del tamaño se traduce en un aumento de la presión de los órganos cercanos (presión de la uretra que dificulta la micción, del cólon/recto lo que dificulta la defecación, problemas y dolor al moverse); por otro lado, la existencia de quistes supone un riesgo de padecer prostatitis (inflamación, sangrado, etc), abscesos (infección) y neoplasia. Asimismo, afecta a la capacidad de reproducción del paciente.

Sin embargo, el problema es que en muchas ocasiones se trata de una enfermedad subclínica al inicio de la enfermedad, no apareciendo síntomas hasta un estado avanzado y mal estado del paciente.

El diagnóstico combina diferentes técnicas (exploración prostática digital, ecografía prostática, radiografía, citología y biopsia). Sin embargo, en la actualidad contamos con la medición en sangre un marcar llamado "Estereasa Específica Prostática Canina" que con un simple análisis, permite determinar la presencia de este problema en nuestras mascotas a partir de 5 años (muy recomendado a partir de los 8 años), permitiendo así el control temprano de esta enfermedad.